El Sueño del Poeta: agosto 2008
Mis versos se van, siguiendo cierto aire de amapola, pero seguirán vivos en: http://airedeamapola.blogspot.com/

domingo, 24 de agosto de 2008

Mi estaca

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos,y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.Me llamaba especialmente la atención el elefante que,como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños.Durante la función,la enorme bestia hacía gala de un tamaño,un peso y una fuerza descomunales...Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario,el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo,la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.Y aunque la madera era gruesa y poderosa,me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces?.

¿Por qué no huye?.

Cuando era niño,yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores.Pregunté entonces por el misterio del elefante...Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia:"Si está amaestrado,¿por qué lo encadenan?".

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo,me olvidé del misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se hacían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años,descubrí que,por suerte para mí,alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy,muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.Estoy seguro de que,en aquel momento el elefantito empujó,tiró y sudó tratando de soltarse.Y,a pesar de sus esfuerzos,no lo consiguió,porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar,y al otro día y al otro...Hasta que,un día,un día terrible para su historia,el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa,porque,pobre,cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás,jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.


El otro día estaba leyendo este cuento, del libro "Déjame que te cuente..." de uno de mis escritores preferidos: Jorge Bucay. Ya había leído este cuento otra vez anteriormente, pero me volvía a parar a pensar sobre él. Casualmente, había hablado recientemente con una amiga que me había comentado lo mucho que le había costado hacerme hablar (sí, soy muy tímido), hasta ahora que eramos muy amigos y con ella era de las personas con que más me soltaba a hablar, gracias a su perseverancia.

Casi sin quererlo, relacioné el tema con el cuento. Yo, desde pequeño había tenido una estaca, la timidez, de la cuál por mucho que lo intenté no conseguí librarme. Ahora, ya mayor, seguía sin intentar con todas mis fuerzas escaparme de esta estaca. Sí, lo intentaba, pero sin mucha insistencia y, sobretodo, pensando:

No puedo y nunca podré.

Sin embargo, mi amiga, que ahora entiendo que tanto ha hecho por mí, mediante su insistencia en seguir hablándome aunque yo apenas lo hiciera provocó tal sentimiento de empatía en mí que sí que puse todas mis ganas (quizá en parte sin saberlo del todo) en liberarme de la estaca.

Todavía no me he librado del todo de la estaca de la timidez, es muy muy difícil pasar de ser muy tímido a no serlo nada. Sin embargo, cualquier pequeño cambio en estos temas puede considerarse muy bueno (o muy malo, depende el caso) y, aunque no haya despegado del todo la estaca del suelo, sí que la he desprendido en parte, de tal manera que puedo moverme con más libertad.

Todo, gracias a mi amiga, que me ayudó a ver que tenía suficiente fuerza para vencer, aunque fuera en parte, a la estaca. Ahora he aprendido a saber que me equivoco si digo: "No puedo y nunca podré." Muchas gracias, muchas gracias de corazón.

lunes, 18 de agosto de 2008

Diario de un asesino arrepentido - 28 de julio, 2009

27 de julio, 2009


Acabo de acordarme de este diario. Hace tiempo que no escribo en él, pero he seguido cometiendo crímenes, a cada cuál más horroroso que el anterior. Hace justo un año y un día que cometí mi primer crimen. En el hipotético caso de que alguien lea este diario dirá: "No, fue hace un año justo". Hipotético lector... se equivoca. Hoy, el día que he tomado una decisión muy importante, voy a contar todo:

Igual crees que Sofía (pongo su ejemplo pero los demás son iguales) murió el 27 de julio, el día que lo escribí. O incluso puede que creas que murió el 26, y que yo escribí eso al día siguiente. Pues no, esta vida, esta caprichosa y odiosa vida, me dio el don de ser una persona con cualidades buenísimas para matar, para averiguar cosas sobre los demás y para saber qué iba a pasar al siguiente día. Esto sólo me pasaba de vez en cuando, la primera vez que me pasó fue aquel día 27 de julio. Interesado, me propuse escribirlo, y así lo hice, sin saber aún que el instinto (o quizá el destino), me llevaría a cometer el crimen que estaba escribiendo. Por tanto, Sofía no murió aquel 27 de julio, sino el 28.

Quizá te preguntes, mi querido e hipotético amigo, cómo soy, o qué soy, que viene a ser parecido. Si quieres que te diga la verdad, ni yo mismo lo sé. Cuando me refiero a mí en masculino, lo hago porque lo encuentro más neutral que el femenino, pues en realidad hace mucho que olvidé si era hombre o mujer. Quizá nunca lo supe, o no fui ninguna de las dos cosas. Quizá ni siquiera soy un ser humano. Vete a saber, yo no soy ningún científico. Si te preguntas por mi rostro, mi aspecto físico, nunca me interesó ni ahora me interesa, nunca me he mirado en un espejo ni nada en lo que pudiera verme. Posiblemente crea que mi imagen es demasiado horrorosa y prefiero guardarme el disgusto.

Soy, sin duda, un ser excepcional, "un ser hecho para matar", podría ser mi mejor definición. Pero ahora, hoy, curiosamente habiendo pasado justo un año desde mi primera "revelación", he tomado una importante decisión. Me dispongo a cometer el último y mejor de mis crímenes, me voy a suicidar. Ahora comprendo, sí, tristemente ahora lo comprendo, algo tarde pero "mejor tarde que nunca", que mi primer asesinato debió ser matarme a mí mismo. ¿Qué derecho tengo sobre la vida de los demás? Si quería matar a alguien, debía haber empezado por matarme a mí mismo. Ahora, que ya lo he comprendido, me dispongo a matarme (o suicidarme, como se prefiera). Sí, un grandioso asesino como yo, morirá como cualquier otro vulgar, demasiado atormentado por sus crímenes como para dejarse con vida. Este será el final de mi historia, un final feliz.


El 28 de julio del 2009, un cuerpo extraño fue encontrado en una oscura casa a las afueras de Santander.

Diario de un asesino arrpentido - 30 de agosto, 2008

30 de agosto, 2008


Mi anterior asesinato, aunque no había sido peculiarmente difícil de llevar acabo, sí que me había trabajado algo para que quedara "bonito". Sin embargo, el que ahora me proponía, sí que iba a suponer un verdadero reto. Matar al presidente de España no era algo precisamente fácil.

Esta vez no pude investigar y planear todo en el mismo día del asesinato, como había echo en otras ocasiones, sino que me llevó tres días de intenso trabajo llegar al momento de cometer el crimen.

Lo primero que hice fue colarme en la Moncloa para investigar como era por dentro todo, aunque con tantos guardias apostados a las puertas resultó bastante difícil hasta esto. Después, me propuse que lo que no había conseguido observar por dentro lo podía deducir con lógica y observación desde fuera. Una vez sabido todo esto, me dediqué a intentar encontrar, tanto dentro como fuera, salidas de emergencia o cualquier cosa que me permitiera saltar algunos niveles de guardia.

En todo eso invertí dos días, al tercero fue la hora de ponerse a trabajar.

Apenas había amanecido cuando llegué, espiando desde una oscura esquina cercana. Esperé a que todo el mundo estuviera en sus puestos (hubiera tenido menos gracia si me hubiera colado de noche, cuando hay menos personas) y me colé, una vez más ayudado de la especial capacidad de ser muy sigiloso que yo poseía. Salté algunos guardias más valiéndome de esto, hasta que llegué a una "Salida de emergencia" que me permitiría saltarme a algún que otro más. Pasé, aún me quedaba mucho trabajo que hacer fui escondiéndome de los demás guardias, esperando a que hicieran cambios de ronda para entrar... hasta que llegué al último paso antes de entrar al despacho del Presidente. Era ya tarde avanzada y no disponía de mucho tiempo. Sin embargo, esto sería más difícil pues los guardias de la puerta eran más precavidos que los demás, además de ir bien armados. A la puerta llegaban tres pasillos: uno en frente, otro a la derecha y otro a la izquierda. Yo estaba en el de la izquierda, a una buena distancia de la puerta, no veía todavía a los guardias pues debía doblar varias esquinas antes. Coloqué un petardo en el suelo, prendí la mecha y salí corriendo con cuidado de no hacer ruido. Al pasar a lo lejos por el pasillo central vi que, como había planeado, uno de los dos guardias había ido a dónde había explotado el petardo a ver qué pasaba. Dí la vuelta, todavía corriendo pues sabía que tenía muy poco tiempo y me dirigí hacia la puerta del despacho por el pasillo derecha. Sigilosamente, me acerqué a una buena distancia del guardia sin que se diera cuenta de que alguien andaba por ahí y saqué un cuchillo. Sin prisa, calculando y apuntando bien, pero sabiendo que no disponía de un tiempo excesivo, lancé el cuchillo al guardia. Acerté y le dí en el cuello, dejándole tirado en el suelo sin hacer apenas ruido. Después de cerciorarme rápidamente de que estaba muerto, recuperé el cuchillo y le cogí las llaves del despacho. Entré y Zapatero se me quedó mirando, sin saber qué pasaba.

-¿Quién...? -es lo único que le dio tiempo a decir antes de tener mi cuchillo clavado profundamente en su corazón.

Recuperé el cuchillo (siempre me gustaba quedarme con "trofeos" en mis asesinatos) y me dispuse a salir, a lo que hoy llegar al guardia. Le dio tiempo a gritar antes de que una bala de mi pistola le diera muerte.

Salí corriendo de la sala, consciente de que en apenas unos pocos segundos la escena se llenaría de guardias. Intenté ir por las salidas menos frecuentadas, dando largos rodeos, pero aún así me crucé con un guardia que acabó muerto silenciosamente gracias a mi preciado cuchillo. Salí rápida y sigilosamente del edificio y me fundí en las sombras, como acostumbraba a hacer.

Así, satisfecho, abandoné la escena de mi tercer crimen, el más importante por el momento. Además, este sí que había sido emocionante, no como aquellos anteriores. Ahora sabía que mis próximos serían parecidos a este, eran muchísimo más emocionantes y complicados que cualquier crimen normal. Para algo era yo un buen asesino.

Consulta de Jorge

En principio, y de hay viene la url de la página, este blog se llamaba "La Consulta de Jorge", en honor al gran libro de Jorge Bucay "Déjame que te cuente". Además, un personaje que casualmente llevaba mi mismo nombre introducía los textos que escribía. Como esto último ya no es así, he decidido cambiar el nombre a "Sueño del Poeta".